miércoles, 11 de abril de 2012

Perspectivas de la acidificación de los océanos


En un número especial de Oceanography, publicado en diciembre de 2009, Pieter Tans, de la NOAA, presenta un estudio interesante sobre el estado del pH de los océanos del mundo y su evolución prevista hasta el año 2.500, titulado An accounting of the observed increase in oceanic and atmospheric CO2 and an outlook for the future.

Recordaremos que el informe IPCC predice una concentración de CO2 a finales de siglo de entre 550 y 870 ppm, según el escenario de emisiones, y una disminución del pH de los océanos de entre 1,5 y 3,5 unidades de pH. Como consecuencia, se reducirán las tasas de crecimiento del esqueleto de los organismos que secretan calcio, lo que conduce a IPCC a decir que si las emisiones antropogénicas de CO2 no se reducen drásticamente en las próximas décadas, hay muchas posibilidades de que se produzcan impactos directos y profundos en nuestros ecosistemas marinos vivos.

Concentración de CO2 y evolución del pH de los océanos según el informe IPCC 2007

Recordemos las emisiones de los diferentes escenarios del IPCC, que podemos ver en la figura siguiente. En el caso del escenario A2, las emisiones anuales de CO2 pasan de 8 Gt de carbono en 1990 a casi 30 GtC en el año 2100. En este escenario, la concentración de CO2 en la atmósfera pasaría a ser de 820 ppm y el pH de los océanos disminuiría hasta 7,8.

Emisiones de carbono en los diferentes escenarios del IPCC

El estudio citado, en cambio, comienza su análisis señalando que el efecto del CO2 sobre el clima y sobre su propia concentración en la atmósfera, depende principalmente de la cantidad total emitida, no de la tasa de emisiones, y afirma que, por desgracia, los informes del IPCC no han ayudado a la comprensión pública de este hecho mediante la elección, un tanto arbitrariamente, de un horizonte de tiempo más bien corto (100 años es el más comúnmente utilizado) para el forzamiento climático debido al CO2. Así, en lugar de adoptar el punto de vista económico normal (business-as-usual), que, a través del crecimiento perpetuo, asume implícitamente que la tierra dispone de infinitos recursos, el autor del estudio toma otro camino, señalando que la extracción acumulada de carbono de combustibles fósiles hasta hoy ha sido de unas 345 GtC, y, como parece que hay más o menos 640 GtC de reservas probadas, la reserva original total era de unas 1.000 GtC, y a partir de esta cifra procede a sus análisis. Toma como bases un escenario en que la reserva original era de 1.000 GtC y un segundo escenario en que esta reserva era de 1.500 GtC.

La siguiente figura muestra la historia anterior y futura de la utilización de carbono de combustibles fósiles, junto con las concentraciones atmosféricas de CO2 históricas y las proyectadas hasta el año 2500, según sus cálculos. Como puede verse, su análisis indica que los picos de concentración de CO2 se producirán mucho antes de 2100 y serán entre 500 y 600 ppm, en comparación con los 800 ppm del IPCC. Además, al llegar al año 2500, la concentración de CO2 en la atmósfera cae de nuevo hasta cerca de la que tenemos hoy.

Dos escenarios de previsiones de utilización pasada y futura de combustibles fósiles y de la concentración de CO2

Basándose en sus proyecciones más modestas de las futuras concentraciones de CO2 atmosférico, el autor del artículo también encuentra que la disminución del pH de las aguas oceánicas proyectada en el año 2100 (en comparación con la época preindustrial) es de 0,2 a 0,3, a comparar con el valor de 0,3 unidades de pH calculado por el IPCC para el escenario A2, con una recuperación a una reducción de algo más de 0,1 unidades de pH para 2500. Este valor es menor que el rango de valores de pH que son típicos de los océanos de hoy en día (pH = 8,231 en el Océano Ártico a comparar con pH = 8,068 en el Océano Indico Norte, lo que nos da un rango de 0,163).

Cambios en el pH y en el forzamiento debido al CO2 en los dos escenarios de la figura anterior

Es decir que debido al agotamiento de los recursos fósiles, las cosas podrían ser menos malas de lo que predicen los alarmistas del clima, tanto respecto a la concentración de CO2 atmosférico como a la disminución del pH oceánico.

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