sábado, 14 de mayo de 2011

La caída del Imperio Antiguo y las variaciones de la radiación solar

Los faraones del Imperio Antiguo de Egipto construyeron lo que sería el más admirable legado del mundo antiguo: las pirámides de Giza. Pero luego de casi mil años de estabilidad, su autoridad central se desintegró y el país cayó en el caos durante más de cien años. De esta época data la pequeña tumba de Ankhtifi, un gobernador regional del sur de Egipto. Los jeroglíficos encontrados allí informaban que “todo el Alto Egipto estaba muriendo de hambre, a tal grado que las personas llegaron a devorar a sus propios hijos”.

Los estudios meticulosos de los registros que existen desde el siglo séptimo sobre las inundaciones del Nilo permiten ver las enormes diferencias de tamaño que existían entre las inundaciones anuales, desbordamientos que eran vitales para irrigar la tierra. Pero no existe ningún registro sobre el año 2200 antes de Cristo.

En las colinas de Israel, en una caverna cerca de Tel Aviv, se encuentra un registro natural y único de los cambios climáticos del pasado en forma de las estalagmitas y estalactitas. Lo que estas formaciones geológicas muestran es una repentina y dramática caída del 20% en las precipitaciones, el más grande evento climático en 50 siglos. ¿El año? 2200 antes de Cristo.

Pero como Israel y Egipto se encuentran en sistemas climáticos distintos, se necesita una evidencia de algún cambio climático mundial que pueda vincularse con el Imperio Antiguo.

Esta prueba se puede encontrar en los períodos de extrema frialdad (pequeñas edades de hielo) que se presentan en Europa cada 1500 años y tienen una duración aproximada de 200 años.

Analizando los sedimentos del fondo de la parte meridional del Atlántico Norte, Gerard Bond, de la Universidad de Columbia, observó que, con un ciclo de unos 1.500 años, los sedimentos de rocas depositadas por los glaciares del este de Canadá y de Groenlandia llegaban más al sur y eran más abundantes. La explicación es que hubo unos períodos fríos que aumentaron el volumen de los glaciares y que hicieron que los icebergs fundieran más hacia el sur, donde dejaron caer las rocas que transportaban a fondo del mar.

Gerard Bond encontró nueve de estos ciclos en los últimos 12.000 años. Estos ciclos coinciden con las temperaturas de los testigos de los cilindros de hielo extraídos de Groenlandia y del Antártico, lo que refuerza la hipótesis de que ha habido ciclos reales y significativos de enfriamiento durante el holoceno.


En el gráfico vemos que el ciclo 0 se produjo hace relativamente poco, y coincide con la pequeña edad del hielo. El ciclo 3 se produjo hace unos 4.200 años, y coincide con el fin del antiguo imperio egipcio.

¿A qué se deben estos ciclos de enfriamiento del Atlántico Norte? Es posible que sean debidas a la variación de la radiación solar recibida por la Tierra, ya que hay una correlación estrecha entre la producción de carbono-14 y de berilio-10 con los ciclos de sedimentos del fondo del mar.

Persistent Solar Influence on North Atlantic Climate during the Holocene, de Gerard Bond

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