sábado, 4 de septiembre de 2010

Las corrientes oceánicas (1)

En un planeta sin océanos ni atmósfera, los trópicos tenderían a calentarse y los polos a enfriarse cada vez más, hasta alcanzar un equilibrio entre la radiación recibida y la emitida: la diferencia de temperatura entre los trópicos y los polos sería enorme. En nuestro planeta, sin embargo, las diferencias de temperatura entre los trópicos y los polos no son tan importantes debido a las corrientes marinas, que transportan agua caliente de los trópicos a los polos, y agua fría de los polos a los trópicos, y a la circulación general atmosférica, que tiende a suavizar la temperatura de la zona tropical y a templar la de las zonas polares.

Las corrientes oceánicas son, por tanto, de gran importancia para el clima del planeta. Por ejemplo, al cerrarse el istmo de Panamá, hace unos 3,4 millones de años, se cortaron las corrientes cálidas ecuatoriales, lo que permitió que se produjeran las corrientes atlánticas. Este cambio en las corrientes oceánicas puede ser la causa del calentamiento de las temperaturas que se produjo entre 3,3 y 3,0 años antes de ahora, conocido como el “Optimo Climático del Plioceno Medio”, del que ya hemos hablado.

Las corrientes marinas forman un sistema de movimientos de agua en los océanos que se conoce como circulación termohalina. El adjetivo termohalino significa temperatura (del griego termo, que significa calor) y salinidad (del griego halo, que significa sal, y que es también la raíz de halógeno). El principio general de la circulación termohalina es que el agua fría tiene una densidad mayor que el agua más caliente, y que el agua más salada tiene una densidad mayor que el agua menos salada, como se puede ver el la tabla y en el gráfico.
La temperatura promedio de las aguas marinas es aproximadamente de 16,5 ºC, con una temperatura máxima de 36 ºC en el Mar Rojo y una mínima de - 2 ºC en el Mar de Weddell, en la Antártida. La distribución de temperatura de las aguas depende de la radiación solar y de la mezcla de las masas de agua en el océano.

La salinidad de las aguas superficiales depende principalmente de la diferencia entre la evaporación y la precipitación. Otros factores menos importantes son el congelamiento y el derretimiento del hielo marino. En zonas de alta evaporación, tales como el Mar Rojo, la salinidad puede ser tan alta como 40 ‰, mientras que en mares como el Báltico, la salinidad puede llegar a ser de sólo el 6 ‰. En la mayor parte de los mares, sin embargo, el rango de salinidad varía entre 33 y 37 ‰, con un valor promedio de 35 ‰. Los valores más altos de salinidad ocurren cerca de las áreas tropicales áridas; mientras que los valores más bajos se presentan cerca de las regiones polares.

El Atlántico Norte es bastante más cálido y salino que el Pacífico Norte: en la franja latitudinal 45º N – 60º N, el Atlántico Norte tiene una temperatura media superficial de 10 ºC y una salinidad de 34,9 en la franja latitudinal 45º N – 60º N, el Atlántico Norte tiene una temperatura media superficial de 10ºC y una salinidad de 34,9 ‰, mientras que el Pacífico Norte tiene una temperatura de 6,7 ºC y una salinidad de 32,8 ‰. Esta salinidad más elevada es debida a que el Atlántico Norte tiene más evaporación que aportación por las lluvias y escorrentías, tiene una salinidad mayor que el océano Pacífico: esta es la principal causa de que las corrientes termohalinas sean significativamente más importantes en el Atlántico que en el Pacífico.


El calentamiento de las aguas superficiales debido a la radiación solar, afecta la distribución de la temperatura, la salinidad y la densidad en la columna de agua. Los valores de estos tres parámetros en aguas superficiales permanecen prácticamente invariables hasta los 200 metros de profundidad (que es la zona de mezcla del océano); A partir de esa distancia tienen lugar cambios rápidos en la temperatura y la salinidad, que a su vez repercuten en otros cambios rápidos en la densidad del agua. A estas zonas de cambio abrupto se las denomina picnoclina (gradiente de densidad), haloclina (gradiente de salinidad) y termoclina (gradiente de temperatura). Estos cambios se asocian a un incremento en la salinidad y a una disminución en la temperatura según va aumentando la profundidad, como se puede ver en los ejemplos de las figuras.



Con estas bases, en próximas entradas entraremos en el detalle de la circulación termohalina.

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